domingo, 25 de octubre de 2009

La verdadera realidad


Desde antes de convertirme, siempre me hice la pregunta de cual era la verdadera realidad de las cosas; entendía que mis sentidos naturales no eran suficientes y capaces para entender y descubrir la esencia de la realidad de todo lo creado, y su propósito.

Antes de conocer al Señor, esa era mi búsqueda, por decirlo de una manera elegante, mi búsqueda filosófica de la verdad. Cuando me di cuenta que por mis medios no conseguiría nada, me dejé llevar a vivir una vida en la que disfrutara de todas las cosas y exprimiera mi vida hasta la última gota, y no tener de nada que arrepentirme en el día de mi partida; sino que había estrujado todo el jugo de ese pobre limón; como no había nada más (en mi entender), para mi era lo más sensato en ese tiempo. Pero siempre había en mi esa pregunta, ¿Qué es lo realmente real, y que no lo es?; ¿Será real lo que me rodea y veo; o será sólo un escenario que pierde forma más allá de mis ojos?, ¿Cómo saberlo?, ¿Cómo entenderlo?, ¿Quien me dará la respuesta?

Me parecía una broma de mal gusto, el estar en este mundo y no saber el propósito de ello, no entender la verdadera realidad de las cosas; era algo que no me dejaba tranquilo y no podía descansar. Siempre había una sensación de estar perdiendo el tiempo y un vacío que con nada podía llenar. Había que llenar ese vacío con mucha actividad y diversión. Pero lo único que pretendía, era olivar las grandes interrogantes que tenía y que parecía que nadie pondría jamás contestar.

No busque al Señor, pues nunca me imaginé que el fuera a ser real; nunca imagine ni se me pasó por la mente, que en El estaba la solución y la respuestas a todas mis preguntas; fue una tremenda sorpresa el descubrir que Dios era real; y que el Señor nos hablaba.

Desde el momento ese que me convertí todo cambio, ese vacío se llenó y me parecía que podría estar eternamente sin hacer nada, pero junto al Señor, y estaría lleno de paz y gozo, con plenitud; sin necesidad de actividad para llenar mi ser; conocí que tenía vida eterna y empecé a descubrir la verdad, es decir, la verdadera realidad.

En mí se cumplió esa palabra que dice: Fui hallado de quienes no me buscaban; me manifesté a quienes no preguntaban por mi. Yo no buscaba al Señor, y nunca me imaginé que el era lo que mi alma anhelaba, nunca me lo imagine, pero por su misericordia y amor, me llamó.

Hoy quiero compartir con ustedes estas palabras que pronunció Jesús, pero quiero enfocarme a la verdad, leámosla:

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)

Jesús de Nazaret dijo: Yo soy …, la verdad…. Yo soy la verdad. Y hoy puedo dar testimonio que conozco la verdad (no es que la conozca completa, ya que en proceso estoy como ustedes los que de verdad la siguen); pero puedo decir que la verdad que Jesús hablaba que él es, no es un concepto, no es una idea, no es un modelo, no es una teoría, no es una doctrina, no es una filosofía, no es una religión; sino que el dijo YO SOY LA REALIDAD, Yo SOY LA VERDADERA REALIDAD DE TODO. Hoy te comparto que Jesucristo, no es una idea verdadera, o un concepto verdadero, sino que es la esencia de la verdadera realidad y eterna; el verdadero propósito de todo; y por lo que todo lo creado subsiste. En el está la verdadera substancia de todo lo que es, y verdaderamente es, eternamente y para siempre.

El hombre que no conoce a Jesucristo, no conoce la verdad, es decir, la realidad; su vida son sólo sueños e ilusiones, es sólo vanidad; cuando empezamos a conocer más a Cristo, conocemos más la verdad, es decir, la realidad. Y por ello nuestra vida cobra propósito y sentido, nuestra razón ya no está extraviada en el engaño y la ilusión irreal, sino firmemente plantada en la roca de la eternidad.

La verdad no es un concepto, la verdad es una persona, y esa persona es la plenitud de Dios. Esa persona es Jesucristo nuestro Señor, el Hijo de Dios; verdadero hombre Jesús, y verdadero Dios Cristo. A él sea la gloria, y la honra y el poder eternamente y para siempre, amen.

Gloria a tu nombre SEÑOR por que sólo tú ERES; gracias Padre por tu maravilloso don.

Amen.

Publicidad