domingo, 19 de mayo de 2013

Inmortales (indestructibles)



¡¡¡INMORTALES!!!   ¡¡¡INDESTRUCTIBLES!!!

¿Puedes pensar, meditar o imaginar, algo o alguien, inmortal o indestructible? A lo mejor lo asociaras a una película de súper héroes, a lo mejor lo llegas a imaginar. Bueno, es eso lo que Jesús prometió a la iglesia, es decir; a quienes como sus discípulos son edificados sobre la roca, inmortales, es decir, indestructibles.

Y yo también te digo,  que tú eres Pedro (pétro),  y sobre esta roca (pétra) edificaré mi iglesia;  y las puertas del Hades (seol) no prevalecerán contra ella. (Mat 16:18)

En el texto citado, vemos como Jesús promete que la iglesia, es decir, aquellos que como discípulos del Maestro, son edificados sobre la roca; no serán presa de la muerte y la destrucción eterna; las puertas del hades (seol) no tiene dominio sobre ellos.

Hay una revelación muy importante, diría que fundamental, en el capítulo 16 del evangelio de Mateo, me gustaría hacer un comentario línea a línea contigo, para que vayamos reflexionando, paso a paso los mensajes incluidos:

Mateo 16:13-28

(13)  Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo,  preguntó a sus discípulos,  diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?

Atención con esta pregunta, Jesús les enseña a sus discípulos a contraponer o comparar la opinión de los hombres, con su propia opinión (muy importante, no quedarnos con lo que nos enseñan los hombres). ¿Quién dicen los hombres que es el hijo del hombre?; que opinan los hombres, el mundo, la religión, etc. ¿quién es el hijo del hombre?, es decir, lo visible de él (hijo de hombre, no como hijo de Dios).

Es importante notar además, que Jesús acá no le está haciendo una pregunta especifica sólo a Pedro, sino a sus discípulos, a todos sus discípulos (seguidores) presentes ante él. Todos están involucrados, e invitados a participar de las respuestas, a ver pos sí mismos, la realidad.

(14)  Ellos dijeron: Unos,  Juan el Bautista;  otros,  Elías;  y otros,  Jeremías,  o alguno de los profetas.

De todas las opiniones humanas recibidas por los discípulos, ninguna encaja con la verdad (realidad); no es de los hombres de donde debemos esperar las respuestas más importantes que debemos hacernos y el conocimiento de la verdad. ¿Qué dicen los hombres? Es un dato, una opinión,  que incluso podemos olvidar, sin valor verdadero para lo mejor…, para conocer la realidad, para responder las preguntas fundamentales que el hombre debe hacerse.

(15)  El les dijo: Y vosotros,  ¿quién decís que soy yo?

Ahora, algo que no debemos olvidar, y que nos habla del carácter del Señor ¿Cuál es tu opinión personal?; nos invita a ver las cosas por nosotros mismos, a no llevarnos por lo externo, es decir, por lo que el mundo o los hombres nos enseñan. ¿Qué piensas tú, por ti mismo? Primero les pregunta por la opinión de los hombres, ahora ya que de los hombres no recibieron la respuesta satisfactoria, ¿y qué piensas tú?; después de varios años juntos les hace esta pregunta, a lo mejor la respuesta la debían conocer, pero Jesús espera una respuesta de corazón ¿Quién crees tú que yo soy?

(16)  Respondiendo Simón Pedro,  dijo: Tú eres el Cristo,  el Hijo del Dios viviente.

Bueno un valiente respondió; Simón Pedro (nota como es llamado en esta oportunidad, como Simón nombre de nacimiento humano -hombre natural -, y Pedro, nombre dado por el Señor –hombre espiritual-; lo mismo que Jesucristo, la unión del hijo de hombre e hijo de Dios, Jesús el Cristo).

La respuesta de Pedro no era algo nuevo en información, de hecho ya en el mismo evangelio de Mateo, se registran estas dos oportunidades anteriores donde es reconocido como hijo de Dios por los demonios y por sus discípulos: (Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros,  Jesús,  Hijo de Dios?  ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? Mat 8:29; Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron,  diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. Mat 14:33)

Como información no debería ser nuevo para sus discípulos que Jesús era hijo de Dios, de hecho los demonios no tenían problemas para reconocerlo (ya lo habían hecho en muchas oportunidades, pero cuidado los demonios no siempre dicen la verdad), y ellos mismos lo hicieron en una oportunidad registrada por el mismo Mateo en la barca.

Entonces ¿Qué valor tiene esta declaración de Simón Pedro, si hasta los demonios lo reconocían?

(17)  Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres,  Simón,  hijo de Jonás,  porque no te lo reveló carne ni sangre,  sino mi Padre que está en los cielos.

Cuando Simón hijo de Jonás, es decir, el hombre natural; buscó por sí mismo la respuesta, y de lo profundo de su corazón lo reconoció como el Mesías, el hijo del Dios viviente; es algo muy distinto al reconocimiento exterior, dado por información de los hombres (o los demonios). Pedro dio una respuesta revelada en su interior por Dios, y no una respuesta exterior por lo que los hombres le habían informado de él. No es la carne, ni la sangre lo que te lo enseñó Pedro, es decir, esto no viene de lo humano; sino del Padre que está en los cielos. Esa respuesta es la que verdaderamente tiene valor, no la del conocimiento exterior dado por el mundo natural, la historia, la religión, etc. sino la interior, que viene de ver las cosas por uno mismo, a la luz de Dios.

¿Cuántos cristiano hoy saben la respuesta de verdad por ellos mismos? El verdadero cristiano (discípulo), es aquel que de lo profundo de su ser reconoce a Jesús como el Cristo, el hijo del Dios vivo. El que lo sabe en el exterior, porque así le fue enseñado, y no tiene el sentido profundo de haberlo descubierto en su interior, por sí mismo. Su declaración no veo que sea más profunda de aquellos demonios que reconocían en Jesús el hijo de Dios, es decir, sin valor para salvación. Nunca Jesús se admiró de que los demonios lo reconocieran, pero sí se agradó de que los hombres lo reconocieran, por sí mismos.

Dichoso, afortunado, bendecido, es quien tiene participación de esta bendita revelación en su interior, no es algo que venga de este mundo, sino del cielo; y para eternidad.

(18)  Y yo también te digo,  que tú eres Pedro,  y sobre esta roca edificaré mi iglesia;  y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

Ahora Jesús no le habla a Simón hijo de Jonás (de hecho a este nivel Simón ya no puede comprender); sino a Pedro; es decir, al nuevo hombre al hombre espiritual, al discípulo del Mesías. Tú eres una pequeña piedra y sobre esta roca, YO edificaré MI iglesia (congregación).

La roca es la revelación en el corazón del discípulo que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente; es decir, que el hombre natural vea por revelación de Dios, por sí mismo; a Jesús como el Señor, al Mesías. Ese es el fundamento de la iglesia, es la roca de fundación, y de esa revelación base; se edifica toda la iglesia de la misma manera o forma, por el entendimiento por sí mismo, a la luz de Dios (Jesús dijo “yo soy la luz”), de que todo lo que la luz le enseña,  edifica la iglesia. Se edifica en la revelación intima e interna de la luz en cada  discípulo del Señor. Y lo que edifica el Señor, de la misma manera en que se puso la roca, no es perecedero, es decir, la boca de la muerte no lo puede tragar; es inmortal, y tiene la capacidad de traspasar de eternidad en eternidad. ¡ALELUYA!

Las puertas del hades (seol); son la entrada a la muerte; la muerte nada tiene con la iglesia, la muerte ya no puede tragar lo imperecedero, lo eterno; lo que traspasa la presente creación, lo inmortal. NO dice las puertas del infierno (el infierno es algo distinto ver aquí).

Todo lo que el Señor edifique en nosotros es inmortal (indestructible por la muerte), lo edifica de la misma manera en que recibimos la roca o fundamento, para ser partes de la iglesia (congregación de los santos), por revelación del Padre en nuestros corazones, a la luz del Señor; es decir, por creer a la luz, por seguirla y obedecerla.

(19)  Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos;  y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos;  y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

A Pedro, y a toda la congregación que participa de esta bienaventuranza, es decir, que son edificados sobre la roca, Jesús les hace esta promesa, lo que abran o cierren en esta tierra, será abierto o cerrado en el cielo; es decir, tienen la clave de traer el reino de los cielos acá a la tierra, y la tierra llevarla al reino de los cielos; somos embajadores de un nuevo reino que llega a reinar esta tierra.

(20)  Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.

Nota esto, no digan esto “que Jesús es el Cristo”; ¿y por qué no; no es lo más importante?; ¿no habría que declararlo a los cuatro vientos? Veo que aún no era el tiempo; además, la información exterior sin revelación, de nada serviría.  Jesús siempre esperó que lo descubrieran, el no se hizo evidente, siempre tenía que obrar la fe, la revelación de quien era realmente él.

(21)  Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos,  de los principales sacerdotes y de los escribas;  y ser muerto,  y resucitar al tercer día.

Cristo ya en el corazón del hombre, Cristo el verdadero pan que por nosotros es partido; no podemos alimentarnos de él, sin antes él sea entregado por nosotros; nuestro alimento, nuestra vida, nuestra salvación y resurrección. Su sangre nuestra verdadera bebida, debe ser derramada, por nosotros.

(22)  Entonces Pedro,  tomándolo aparte,  comenzó a reconvenirle,  diciendo: Señor,  ten compasión de ti;  en ninguna manera esto te acontezca.

Pedro ya participante de la nueva naturaleza, del principio de la edificación celestial para eternidad, coexiste con su naturaleza carnal o natural; Pedro con su mejor intención humana, con el amor que le tenía a Jesús, le amonesta a que piense en sí mismo. El mismo Pedro que ahora vemos que tiene la roca, pero es sólo el fundamento que tiene en su corazón, la edificación aún no se levanta; sus palabras lo demuestran, no entiende la voluntad de Dios, y ve las cosas con los ojos naturales, es decir, con la antigua naturaleza de Simón hijo de Jonás; naturaleza que Satanás tiene dominio, naturaleza creada del polvo de la tierra, polvo que la serpiente del Edén tiene como alimento y se arrastra sobre ella. Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste,  maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo;  sobre tu pecho andarás,  y polvo comerás todos los días de tu vida.(Gen 3:14)

No te extrañe que de una misma boca, salió revelación de Dios, y por la misma boca, un mensaje de tropiezo del enemigo; Jesús nos enseña con esto a no guiarnos por nosotros mismos, sin la luz del Señor; no ser guiados por los viejos interese personales, y sin tener la mira en las cosas de Dios, antes de todo. Si no obedecemos, seremos guiados por la serpiente, al hades (cosa que no debería ocurrir, ya que la iglesia no se guía por la serpiente, sino por le Espíritu de Dios).

(23)  Pero él,  volviéndose,  dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí,  Satanás!;  me eres tropiezo,  porque no pones la mira en las cosas de Dios,  sino en las de los hombres.

 A ¡Pedro! le dice el Señor, le habla a la nueva naturaleza, no a Simón hijo de Jonás; quien no lo podría entender (y ya no cuenta, de ahora en adelante). Ya que es Pedro quien parte en esta nueva naturaleza, quien se edifica sobre la roca, la revelación del Hijo de Dios. Le muestra a Pedro, como en su carne, habla Satanás (esto es para todas las carnes, ya sean de cristianos o incrédulos); Satanás tiene dominio sobre la carne, y obra en su dominio. ¿Y cómo reconocemos la carne? “porque no pones la mira en las cosas de Dios,  sino en las de los hombres” La carne ve en una forma animal las cosas, es decir, en una forma terrestre y natural, ve su interés humano propio, y no lo divino, el reino de Dios le es invisible, reino del cual se nos da el poder cerrar y abrir, acá en la tierra.

El Señor nos enseña que todo consejo humano en la carne, es inspirado por Satanás, ya que el hombre en la carne, es esclavo de Satanás; un consejo divino nunca vendrá de la carne de un cristiano, al contrario debemos reconocerlo y ponerlo en luz. Si seguimos los consejos muy humanos y con muy buenas intenciones (como las de Pedro para con Jesús), antes que escuchar y obedecer al Señor, nos hacemos victimas del destructor, obedeciendo sus engaños, que nos quieren hacer salir de la voluntad de Dios, que es perfecta y buena; nos es tropiezo.

(24)  Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí,  niéguese a sí mismo,  y tome su cruz,  y sígame.

NO es casualidad que después de todo lo que hemos visto que ha sucedido, Jesús declare estas palabras, tan poco usadas y tan poco entendidas en el cristianismo moderno (la cruz sigue siendo un misterio para el hombre natural).

Vemos en el ejemplo de Simón Pedro, dos entendimientos simultáneos; uno maravilloso y digno de alabanza, es una bienaventuranza su primer entendimiento, lo que ha declarado. Y también vemos el mismo Pedro, con un entendimiento dado por la serpiente, un entendimiento que ha tenido desde su nacimiento en la tierra, un entendimiento que no tiene poder sobre las puertas del hades y la muerte. Ohh, el mismo Pedro y con dos racionalidades, una nueva dada por Dios, y otra dada por el mismo Satanás. 

¿Solución?

Toma tu cruz, es decir, sigue al Señor (sigue tu nuevo entendimiento, que día a día va creciendo en él) siguiendo tu nueva naturaleza, es decir, tu nuevo y nuevos razonamientos, dados por la luz verdadera; y niégate a seguir los consejos de tu mente natural, lo heredado de tu carne, de los hombres.

Eso es la cruz, obedecer a lo nuevo que descubrimos por nosotros mismos, a luz de la palabra de Dios, día a día; negando nuestro antiguo razonamiento que sólo pone la mira en las cosas de los hombres, es decir, en el mundo y sus beneficios temporales (“legítimos derechos, intereses y preferencias humanas, pero con un fin en la tumba”). Pongamos la mira en las cosas de Dios y sus beneficios eternos (el resto es añadido); eso es tomar la cruz, es decirle a tu vida carnal, NO, yo sigo la vida en Cristo, y mi vida es sólo en él, y ni la muerte tendrá poder sobre mí, obedeciéndole.  Amén.

(25)  Porque todo el que quiera salvar su vida (alma),  la perderá;  y todo el que pierda su vida (alma) por causa de mí,  la hallará.

Es claro, quien se guía por la antigua naturaleza, que pone la mira o interés en las cosas de los hombres, es guiado por Satanás, y la puertas del hades si prevalecen contra él, es decir, la muerte tiene señorío sobre él.
Pero quien se guía por esta nueva forma de entender las cosas, por nosotros mismos a la luz del Señor, edificará su vida (alma) sobre la roca; y la muerte no tiene poder sobre él.

Mira como el mismo Mateo, nos explica cómo se edifica en la roca, en unos capítulos antes:

Cualquiera,  pues,  que me oye estas palabras,  y las hace,  le compararé a un hombre prudente,  que edificó su casa sobre la roca. (Mat 7:24)

¿Cómo se hace para edificar sobre la roca? 
Oyendo las palabras del Señor y poniéndolas por obra, es decir, obedeciendo.

Es una lucha entre el entendimiento natural y el espiritual, la cruz significa decir, yo no obedezco mi entendimiento natural, sino el espiritual que me hace hacer la voluntad de Dios, a pesar que no me parece lo más conveniente en mi forma natural de ver las cosas, lo que Dios me propone por delante, pero se que es lo mejor para mi. 

Pero le digo si a Dios, por tres razones: fe, esperanza y amor. De la misma forma que Jesús le dijo si al Padre que le puso la cruz por delante, por esas mismas tres razones, por la fe, la esperanza y el amor.

La fe dice, si Dios me pone esta copa que no quiero por delante ¿no la beberé? ¿No es acaso mi Padre que busca mi bien?; la fe me dice que es lo mejor que tengo, y debo obedecer.

La esperanza me dice, que si no bebo la copa, no obtendré lo prometido por Dios; esto va unido a la fe.

El amor me hace decir si a Dios, porque lo quiero y me gusta agradarlo, a pesar que a mi no me guste la copa que veo; pero me alegra poder darle alegrías y obedecer.

(26)  Porque  ¿qué aprovechará al hombre,  si ganare todo el mundo,  y perdiere su alma?  ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

¿No es esto muy racional? La racionalidad pertenece a la sabiduría, es decir, al Señor; seguir el viejo hombre, que pone la mira o interés en el mundo, para ganarlo entero si le fuere posible; ¿de qué sirve si se está muerto?

¿Qué recompensa daría el hombre por su alma (vida)? Lógicamente, el hombre antes de perder su alma, daría todo lo que tiene; ¿y por qué no lo dan algunos? Porque creen a la serpiente (en sus mentes naturales), que pone la mira en lo terreno; y que engaña al hombre, para perdida, destrucción y muerte eterna.

(27)  Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles,  y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.

¿Dónde debemos edificar; Sobre la roca o sobre la arena? La roca es quien obedece a la palabra del Señor, el que edifica sobre la arena es quien no obedece a la palabra del Señor. Cuando el Señor venga, se hará todo manifiesto; cada uno recibirá lo que sembró; eso es lo justo.

(28)  De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí,  que no gustarán la muerte,  hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.

Nos habla de la muerte del cuerpo; ya que el Hades (lugar de las almas muertas esperando el juicio); no tiene poder sobre los fundados y edificados sobre la roca, es decir, sobre la iglesia.

Ahora, veo una promesa en el pasaje en cuestión; sabemos que los que estaban presentes con Jesús en aquella época todos murieron; pero algunos no murieron hasta que vieron a Jesús viniendo en su reino, así debe haber ocurrido con alguno de sus discípulos. Aquellos que fueron edificados y terminados completos sobre la roca, aquellos se les promete que verán al hijo del hombre venir en su reino antes que mueran. Bien aventurados los de limpio corazón, porque los verán a Dios.

Muy interesante el siguiente versículo según la traducción original de Casidoro de Reina:
Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no es manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que si él apareciere (en nosotros) , seremos semejantes a él, porque le veremos como él es. (1Jn 3:2)

Nos habla que se manifestará en nosotros y le veremos, antes de morir, y seremos semejantes a él. Por ahora te dejo con la inquietud, para que lo busques en oración.

Me gustaría concluir, que la pérdida, destrucción y muerte eterna; nada puede contra la verdadera iglesia, es decir, por aquellos que son edificados en obediencia a las palabras del Mesías. Ya no hay pérdida, ya no hay destrucción, ya no hay muerte; es el secreto del camino angosto que nos lleva a la eternidad junto a nuestro Padre y Salvador. Padre te pedimos por tu Hijo, que permitas que la edificación sea completa en cada uno de nosotros, para ver a tu Hijo, y ser como él es. Amén.

Publicidad