sábado, 31 de julio de 2010

Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra




En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. (Lucas 10:21)

Este mensaje no es nada nuevo para un cristiano, pero me parece que aún no hemos alcanzado a comprender en plenitud este pasaje que nos enseña Jesús y está registrado en la Biblia. Es por ello que necesito poder compartir con ustedes esta breve reflexión, que nos permita extendernos más allá de lo que hoy comprendemos y vemos.

Jesús se regocijo, tuvo una gran alegría y gozo al exclamar que el Padre, había hecho esto muy sabiamente, había dado revelación (entendimiento) a los niños, es decir, a los humildes; y a aquellos que son en sí mismos sabios y entendidos, estas cosas espirituales, reales y eternas; les eran ocultas.

Hoy es lo mismo, Dios nuestro Padre no ha cambiado, El es el mismo por la eternidad; pero me llama mucho la atención, que hoy poco comprendemos el corazón de Dios y nuestro Señor; muchas veces en vez de alabar a Dios, porque estas cosas son ocultas a quienes dicen conocerlas; y son reveladas a quienes no tienen en sí mismos más mérito que su humildad en fe, y atentos están a escuchar la voz de su Señor, para aprender.

Pero lo más tremendo es que hoy la iglesia olvida alabar a Dios porque estas cosas son ocultas a los sabios y entendidos, sino que con sabiduría humana pretende convencer a los sabios y entendidos con muchos argumentos humanos, de cosas que ni siquiera son revelaciones de Dios, nuestro Padre (sino que teologías y doctrinas enseñadas por hombres). Mucho veo que nos desgastamos como hombres, dando argumentos de hombres, imponiendo doctrinas de hombres y sin siquiera acercarnos a los misterios que Dios predestinó, para nosotros. ¿Y que falla? Es claro que nos estorba nuestra gran sabiduría y entendimiento carnal.

No es la voluntad de Dios, nuestro Padre, revelar sus cosas a nadie que no tenga una actitud de corazón de humildad ante El, la de un niño, que por cierto no puede ser de otra forma, desde una criatura ante su Creador, que es bendito por los siglos de los siglos, amen. Es por ello que cuando nos encontramos con personas sin estos atributos en su corazón para con Dios; no conseguiremos avanzar ni un centímetro. Y mucho me temo, que muchos que se empeñan en estas quijotadas tareas, ni siquiera enseñan misterios de Dios.

Cuando Jesús habla de la cualidad de humildad de corazón, no la menciona directamente, sino que usa la figura de un niño; en el siguiente verso pueden ver como la cualidad más importante del niño destacada por el Maestro, es la humildad, para que no tengamos dudas leamos: Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Mateo 18:4

Pero Jesús dice “y las has revelado a los niños”; y es que un niño no sólo es humilde, principal condición destacada por Jesús, sino que además el niño conoce que esta en una etapa de crecimiento y desarrollo (no es ignorante en ello); él tiene todo el futuro por delante, y muy poca historia aún. Un niño es quien tiene puestos los ojos en crecer y formarse en alguien semejante a su Padre. Lo vemos claramente en el siguiente verso: De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Lucas 18:17 Un niño es quien conoce que aún está en desarrollo, y tiene sus esperanzas en el futuro prometido; y atento está para crecer y formarse según su Progenitor, confiando en su Padre.

Si entramos al reino de Dios como adultos, es decir, personas ya formadas y con entendimiento desarrollado, es imposible entrar; debemos despojarnos de todo lo viejo para llenarnos con lo nuevo que proviene de Dios. Ya que los sabios y entendidos se quedan fuera, y lo peor es que ni siquiera lo ven ni entienden, es decir, siguen auto engañados en sus entendimientos y sabiduría personal.

¿Qué podemos decir?

Te alabamos Padre, Señor del cielo y de la tierra; porque eres muy sabio y justo.

Otra pregunta que nos debemos hacer:

¿Y cuanto de esto oculto y secreto de Dios, hoy conocemos y podemos por ello dar gloria a Dios?

En la respuesta de esta pregunta, que por cierto es personal, nos debemos preguntar; ¿cuan niños hemos sido para recibir el reino de Dios; cuan conocedores somos de nuestras limitaciones para con el?.

Me parece que la definición de humildad es bueno incluirla, para que tengamos una visión más clara de lo que ella significa (según la RAE):

Humildad: Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.

Si vemos la definición anterior, debemos reconocer que para entrar al reino de Dios debemos primero nacer de nuevo (ya que la vieja naturaleza no puede ni quiere sujetarse a este reino); y una vez nacidos de nuevo, no podemos ser instantáneamente sabios y entendidos en el reino, eso es imposible, debemos crecer como niños (sin pausa), hasta alcanzar la madurez; pero acá hay una condición, no salirnos de nuestra nueva naturaleza heredada de Dios en Cristo; es esta nueva vida que debe crecer y desarrollarse diariamente, es por ello que lo viejo debe quedar atrás; debemos permanecer en Cristo.


¿Cuántos misterios de Dios conocemos?
Creo que la pregunta correcta sería, ¿hemos ido avanzando en el conocimiento que nos ha dado el Espíritu Santo de los misterios y secretos de Dios, o sólo nos hemos llenado de doctrinas humanas aprendidas e imitadas sin sustento espiritual, es decir, sin vida?; o lo que es peor ¿nos hemos olvidado de este Camino, y seguimos nuestro propios caminos que sólo nos llevan a la destrucción y muerte? o malo también ¿Sólo seguimos tradiciones y nada entendemos y vemos?

No quiero que creas que esto se trata de una carrera por quien ve más secretos de Dios, sino que es una carrera por alcanzar Aquel por quien fuimos alcanzados en Cristo Jesús, y para cada etapa hay una nueva revelación, lo triste es que no las alcancemos por creernos lo que no somos aún, y por el orgullo ciego, dejar de alcanzar estas hermosas y eternas promesas que tenemos por delante, por no creer a quien nos llamó, y preferir nuestros propios consejos humanos que no tiene ningún fundamento sólido.

A partir de esta primera revelación de Dios en nosotros, bienaventurados somos; no nos quedemos en los pañales sino que sigamos como niños adelante, que nuestro Padre nos espera. Pedro el apóstol partió como todos nosotros los creyentes verdaderos con esta primera revelación del Padre, el fundamente de toda la edificación: La fe que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Mateo 16:15-17

Así como partimos, así debemos seguir en Cristo; siendo enseñados no por carne ni sangre, sino por nuestro Padre que está en los cielos; no nos quedemos en el comienzo. Mucho más debemos entender, muchas cosas más nuestro Padre debe aún enseñarnos; muchas cosas más hay preparadas para nosotros; ¿Por qué no dejarse de perder el tiempo en lo que da nada aprovecha y como niños seguir adelante?

Te albo Padre, porque estas cosas sólo son entendidas por los niños, y lo seguirán siendo así; HASTA EL DÍA EN QUE TODO HAYA DE SER MANIFESTADO.

Te albo Padre, porque nos enseñas que la única manera de entender y ver estas cosas de verdad, es con una corazón humilde ante tu presencia.

Te alabo Padre, porque en realidad eres muy justo, y todos tenemos la posibilidad de acercarnos con humildad en fe; a los pies de tu Hijo y entender.

Te alabo Padre porque las cosas las hiciste de esa manera, para nuestra gloria, porque así te agradó oh Dios.

Este es un camino imposible de seguir con los recursos humanos de la carne; es por ello que como nos debemos desistir de nuestras fortalezas humanas, y confiar en quien nos llamó que nos llevará hasta el final; y así será si confiamos y le creemos.

Ahora quiero hacer un pequeño y gran alcance; los misterios que Dios preparó para que descubramos en este Camino, están allí para nuestra gloria (no ahora), sino para nuestra gloria eterna con nuestro Salvador y Señor Jesucristo. Es por ello que todo lo que alcancemos será para dar alabanza al Padre, porque por su amor y misericordia alcanzamos las etapas de sus misterios (los entendemos), pero sólo con corazones de niños en Cristo.

Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, (1Cor 2:7)


Es imposible que vayamos avanzando y no vayamos viendo cosas nuevas, nos sean revelados nuevos secretos de Dios el Padre, no puede ser que eso no ocurra; a menos que no estemos avanzando. No me refiero, como bien lo sabes, a conocimiento teológico académico, me refiero a ver la Realidad que Dios nos presenta por medio de su Espíritu; es por ello que a esto debemos proyectarnos y no perder nuestro tiempo en lo temporal y pasajero.

¿Y cómo lo alcanzamos?

Cómo niños en Cristo.

Hablamos sabiduría de Dios en misterio (secreto), oculta, pero que en humildad por fe nos es revelada en Cristo; porque así agradó al Padre; no nos desgastemos en tratar de enseñar a los sabios y entendidos; no es esa la voluntad del Padre; enseñemosnos entre los niños despreciados de este mundo; pero con sabiduría que proviene de Dios, el Padre. Hoy nos enseñan una clave, y ella es la humildad. Y humildad no significa apocamiento, necedad, imperfección, negligencia, etc. Por el contrario, humildad es entender quienes somos y quien es el Creador; humildad es ponernos en el lugar que nos corresponde y esperar en el Creador la exaltación del Padre, despojándonos de nosotros mismos. Humildad es conocer nuestra realidad; es conocer quienes somos por nosotros mismos, y quienes somos EN CRISTO; es algo tremendo; la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

Amen.

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