sábado, 22 de mayo de 2010

Viviendo con sentido


Muchos cristianos hoy en día, viven en ignorancia, y esta ignorancia no es de teologías profundas acerca de las Escrituras, yo diría que es una ignorancia básica del corazón, ignorancia de la vida y su propósito.

En estas breves palabras no es mucho lo que puedo alcanzar, pero con la gracia y ayuda de nuestro Padre y nuestro Señor Jesucristo, te pregunto:

¿Para quien vives?

No respondas con tu mente, sino con tu corazón; no es una doctrina humana o aprendida lo que necesitamos, sino lo que Dios ve y está en nuestros corazones:

¿Para quién vivimos?

La respuesta la dan nuestras acciones y nuestros proyectos, nuestros sueños y nuestros anhelos, nuestras esperanzas y nuestros ideales.

¿Para quién vivimos?

También la respuesta la dan nuestras frustraciones, nuestros desvelos, nuestros problemas.

¿Para quién y para que vivimos?

Nuevamente digo, muchos cristianos hoy en día, no entienden el propósito de sus vidas, y que si realmente son cristianos, ya no deben vivir para sí mismos, sino para quien y para aquello para lo cual han sido salvados.

Hoy muchos cristianos hacen del Señor un amuleto que los ayude y los respalde en sus proyectos e ideas personales; hacen del Señor un talismán para cumplir sus propios caprichos. Caminan según sus mentes carnales y esperan que Dios esté tras ellos bendiciendo lo que ni siquiera han preguntado es su voluntad. No voy a decir que hay mala intención, eso no lo sé, pero si hay mucha ignorancia, e ignorancia de corazón que es peor.

Hay un hombre que nos lavó con su sangre, eso lo hemos escuchado a lo mejor muchas veces; pero ¿realmente le tomamos el peso?, pues que alguien nos haya lavado con su sangre, es que esa persona estuvo dispuesta a entregar su sangre (su vida) para limpiarnos, estuvo dispuesto a derramarse completamente por amor. ¿Y nosotros dudamos aún para quien vivimos?

Hermanos nosotros los que creemos y le hemos recibido, ya no vivimos para nosotros mismos, sino para aquel que nos salvó; ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a aquel que pagó el más alto precio por nuestro rescate.

¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1Co 6:19-20

Muchos hoy predican un evangelio diferente, un evangelio sin vida y un evangelio sin poder; ¿Por qué? Porque no entienden que el foco es completamente cambiado con el verdadero evangelio, ya nuestro norte no está en nosotros mismos, ni en agradarnos, sino en quien no vivió para sí, sino que se entregó por todos nosotros. El evangelio que se predique que no diga esto, es un evangelio que está mucho más cerca de la idolatría que de la Verdad de Dios, son ídolos que nos seducen para poder cumplir nuestros deleites y pasiones humanas, y cuyo fin es fracaso.

Hay algo que nunca podrá ser a la fuerza, es algo que nunca podrás comprar, es algo que te deja en completa libertad y espera; ese algo es el Amor, el amor no nos fuerza, el Amor no nos paga para que lo reconozcamos, el Amor nos deja en completa libertad y nos espera. El Amor, espera que espontáneamente del fruto de nuestro corazón podamos reconocerlo, honrarlo, darle gracias y Amarlo con todo nuestro corazón, nuestra mente, alma y fuerzas; que es lo santo, justo y perfecto. El Amor no nos fuerza a amarlo, pero ese amor nos constriñe a amarlo cada día más, entendiendo que si El se entregó por nosotros y no vivió para sí, ¿Cómo nosotros seguiremos viviendo en la vanidad de nuestra mente, para nosotros mismos?

Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión: que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 2Co 5:14-15

Y ya no vivimos para nosotros, sino para Aquel que murió por nosotros, y no sólo murió por nosotros, sino que también resucito por nosotros. Eso es de toda justicia, de toda perfección y de toda bondad. Es en el Amor que está el sentido de nuestra vida, y no sigamos más lo que está muerto y próximo a la destrucción.

¿Para quien vivimos?

Para ti Padre y hermoso Señor, para ti morimos; y para ti vivimos, eternamente juntos y para siempre. Amen. Gloria a tu Nombre ahora y por los siglos de los siglos, Amen y Amen. Gracias Padre y Señor Gracias, porque tuyos somos y en ti esperamos, en un mismo Espíritu, corazón, mente, alma y fuerzas tu venida; socórrenos Señor en tu poder; para que seamos UNO como a ti te agrada. Amén.

Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Rom 14:7-8

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