domingo, 22 de junio de 2008

Las dos leyes...


Hoy estamos bombardeados de muchas doctrinas, enseñanzas y tradiciones de hombres (también doctrinas de demonios), apartadas de la Verdad de Dios, y que en realidad no nos producen más que confusión, dolor y muerte. La verdadera “doctrina” es la del Espíritu, es decir, la verdadera enseñanza es la del Espíritu de verdad, como escrito está por medio de Juan: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”. (Juan 16:13)

Si hoy comparto con ustedes estas palabras, es porque espero que les produzca confirmación, gozo, exhortación y edificación en el Espíritu, entendimiento del medio de andar en él y su poder; y le pido a nuestro Padre por medio de su Hijo que ilumine nuestro entendimiento, para comprender cabalmente su palabra; y poder así confirmar que somos enseñados por su Espíritu de verdad. Y no por el antiguo régimen de la letra, ni mucho menos por tradiciones de hombres y doctrinas de espíritus extraños a Cristo.

En este mensaje veremos, que hay dos leyes (o fuerzas) que obran en nosotros (y sólo una ley en los hombres naturales, es decir, hombres sin Cristo). Estás dos leyes son como las leyes de la física, siempre se cumplen dadas las condiciones para ello. Por ejemplo, la ley de la gravedad, dice que todos los cuerpos materiales (con masa) que están en esta tierra están sujetos a esta ley (La ley de la gravedad) y aunque no queramos que actúe, no podemos evitarlo.

Así, cuando el Apóstol Pablo indica “hallo esta ley: que el mal está en mí” (ley o también la podemos entender como una fuerza) esta ley del pecado y de la muerte actúa siempre en nuestra carne, y no podemos evitarlo por nuestros esfuerzos humanos; ni por nuestra mucha fuerza de voluntad. La fuerza de voluntad sólo puede actuar en nuestras conductas y acciones, pero no en nuestro corazón y mente. Nosotros a lo más lograremos, por medio de la fuerza de voluntad, controlar nuestro comportamiento; pero nunca por nuestros esfuerzos humanos cambiaremos nuestro corazón, es decir, no podemos por mucho que nos afanemos cambiar de color ni uno sólo de nuestros cabellos, ni añadir a nuestra estatura un sólo codo. Y recordemos, que Dios no sólo mira nuestras acciones; es más, sino primeramente mira el corazón del hombre. De modo, que no es el esfuerzo humano el verdadero método o camino de agradar a Dios; por el contrario el estableció ya un Camino (ruta, modo, medio, método, progreso, etc.); cuyo nombre es Jesús (como todos ya lo sabemos), pero muchas veces no lo alcanzamos a visualizar y comprender con plenitud…

De manera que podemos controlarnos, pero no podemos combatir nuestros malos deseos con nuestra fuerza de voluntad. Esto es similar a cuando tomamos un peso de un sólo kilogramo (por ejemplo un litro de agua) con el brazo extendido hacia adelante, si hacemos la prueba, veremos que podremos sostenerlo algunos minutos sin problemas. ¿Pero que va pasando cuando transcurren los minutos? Experimentaremos que cada vez se nos hace más pesado, fatigoso e insostenible (¡y sólo es un kilo!); al cabo de algunos minutos, lo único que queremos es botar el peso o dejar caer el brazo, ya que nos empieza a fatigar… si somos perseverantes podremos sostenerlo algunos minutos mas, pero muy pronto abandonaremos nuestro esfuerzo y caeremos de nuestro empeño (es muy fácil que hagas la prueba y lo intentes, luego me cuentas cómo te fue…). Así muy similar, es la ley que actúa en nuestra carne, no se puede vencer por medio de los esfuerzos humanos, es decir, vencer la fuerza que nos inclina al mal. Podemos partir muy entusiasmados haciendo y cumpliendo la Ley de Dios (Ley de los mandamientos expresados en ordenanzas escritos en la Biblia, me referiré a ella con mayúsculas, para no confundirnos con las leyes como fuerzas analizadas); pero al poco andar, veremos que sólo nos hace un peso insostenible y que nuestra naturaleza no está preparada para sostenerla; y esta Ley (de los mandamientos expresados en ordenanzas) nos dice que somos incompetentes para con Dios; los más sinceros lo reconocerán ante Dios con tristeza y esperanza; y buscarán en él la respuesta; los hipócritas harán alarde de lo buenos que son ellos, ante los hombres (mintiendo), pero lejos sus corazones del Dios vivo, que creó todo el universo.

¡Tiene que haber otra ley, para poder cumplir el propósito de Dios!
No puede ser que Dios nos deje queriendo hacer el bien y no teniendo la posibilidad de hacerlo. Es por eso el propósito de este mensaje; mostrar que existe una nueva ley que actúa en los hijos de Dios, es decir, en lo creyentes, o también llamados cristianos; los santos del Padre. Y esta nueva ley actúa en nosotros, siempre y cuando estén las condiciones apropiadas; es eso lo que debemos entender y procurar, es decir, andar en las nuevas condiciones que son necesarias para que esta nueva ley actúe en nosotros. Y así, contrarrestar la primera ley del pecado, que obra en todos los hombres en la carne.

Si bien, como lo sabemos, estamos muertos para la Ley (de los mandamientos expresados en ordenanzas), es la Ley que nos muestra la naturaleza de Dios, y ella es santa, justa y buena. Y esta misma Ley, nos muestra nuestra naturaleza pecadora. La Ley de Dios (de los mandamientos expresados en ordenanzas), está hoy vigente para el que se quiera ir por ese camino; pero atención, sólo encontrará frustración y maldición, ya que escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. (Gál 3:10) Es decir, si eres un hombre como yo, o como cualquiera, no llegaras a ninguna parte; sólo tendrás aflicción y maldición. No porque la Ley sea mala, sino por nuestro pecado; que nos deja convictos bajo la Ley, a no poder permanecer en TODAS las cosas escritas en el LIBRO de la ley. (Nota tres aspectos; 1º maldición; 2º permanecer en TODAS las cosas escritas y 3º escritas en un LIBRO, no en corazones ni mentes). ¿Entiendes ya? Si tú eres pecador como cualquier hombre, por ese camino sólo encontrarás maldición. ¿Por qué? Porque la Ley maldice al que peca tan sólo una vez; y tú y yo sabemos que nosotros hemos pecado muchas veces; y hemos trasgredido la Ley escrita en el LIBRO de la LEY, muchas veces.

Algunos mal intencionados, pensaran que predicamos libertinaje (porque no predicamos la Ley escrita en el Libro de la Ley; pero predicamos la Ley escrita en nuestros corazones y mentes por Dios); pero esto no es así de ninguna manera; sólo predicamos el verdadero evangelio de la gracia de Jesucristo. ¿Y cómo saberlo? El Espíritu mismo te dará testimonio de ello; y por los frutos reconocerás lo verdadero, de lo falso. Para que no haya dudas de aquello, confirmo lo que expresó Pablo: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (Rom 6:1-2) Es claro, que de ninguna manera perseveraremos en el pecado; sino que ya estamos muertos al pecado, muertos a la Ley y muertos para el mundo; PERO VIVOS PARA DIOS. ¡ALELUYA!

En el ejemplo anterior (del kilo con el brazo extendido hacia delante), si yo tomo el kilo con el brazo extendido dentro de una piscina con agua; yo podría estar mucho rato con el brazo extendido y sin cansarme. ¿Por qué? Porque está actuando otra ley que me ayuda, que es la ley del empuje, es decir, existe otra ley física que me hace realizar la prueba sin esfuerzo, al estar sumergido en agua. Ya que actúa en forma opuesta a la ley de la gravedad y ya no soy yo el que hace el esfuerzo de mantener el brazo extendido, sino que es la ley de empuje que actúa en todos los cuerpos que están sumergidos en agua. Esto nos enseña en forma gráfica que, al estar sumergido en agua; el peso ya no es un esfuerzo para mi el sostenerlo; sino que en este nuevo medio; las cosas son fáciles y agradables de sostener. Es así cuando andamos en el Espíritu; si permanecemos en Jesús; en Cristo; en este nuevo medio las cosas son por medio de su gracia y poder. ¿No es maravilloso entender esto?


¿Y cómo permanecemos en EL?

Por medio de la fe, así de sencillo y claro; así obra su vida y poder en nosotros.

Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. (1Jn 4:15)

Todo el que permanece en El, no peca; todo el que peca, ni le ha visto ni le ha conocido. (1Jn 3:6)

Ahora podemos entender que pasa cuando se nos pone pesada la carga; quiere decir que nos salimos de la piscina; cuando estamos dentro del agua la carga es ligera y liviana. Pero cuando se nos hace pesada la carga, quiere decir, que nos hemos apartado de la gracia que obra por medio de la fe. Lo que debemos hacer en esos casos, es volver y permanecer en Cristo, es decir, andar en fe, o sea meterse a la piscina del ejemplo, nuevamente.

Hermanos, los hombres que no tienen el Espíritu de Cristo, sólo tienen la primera ley obrando en ellos (“Ley del pecado y de la muerte”, la ley de gravedad en el ejemplo), y por ello no pueden ni quieren sostener la santidad; pero nosotros gracias a Dios tenemos otra Ley que puede obrar sobre nosotros “ La Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” (la ley de empuje en el ejemplo), de manera de que lo que era imposible que hiciéramos por nuestra debilidad en la carne, hoy es posible por medio de esta nueva ley, que se cumple en nosotros cuando andamos en el Espíritu. “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.” 1Jn 5:3 Y también se cumple “Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré,” Heb 10:16

Si hoy en tu vida vez que las cosas de Dios son difíciles, pesadas y cansadoras; debes entender que ya no es la gracia de Dios que está obrando en ti; sino que de alguna manera te has apartado de Cristo y has salido con tus esfuerzos humanos a realizar la obra de Dios; estas esforzándote en tus medios por cumplir la Ley; y lo único que logras es que el pecado tome mayor fuerza en ti… por favor, experimenta el andar en el Espíritu y no en la carne, verás como todo lo que era pesado, cansador e imposible, hoy es fácil en El. El Señor nos prometió que su yugo era fácil y ligera su carga; y no se refería precisamente a que su exigencia sea menor a la Ley, sino a que tenemos una nueva ley obrando en nosotros cuando andamos en el Espíritu, que contrarresta la Ley del pecado y de la muerte. Recuerda que el mismo Señor subió la vara de la Ley, ¿recuerdas este ejemplo?

Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. (Mat 5:21-22)

Si antes con la ley dada por Dios por medio de Moisés era imposible agradar a Dios (por nuestra debilidad en la carne); ¡cuanto más con los nuevos mandamientos que nos pide nuestro Señor!, que nos mira donde no tenemos ningún poder por nosotros mismos de cambiar algo (repito en nosotros mismos sólo tenemos la posibilidad de controlar, en el mejor de los casos, sólo las conductas; pero el Señor mira más allá, mira el corazón y mente del hombre). Pero hay un nuevo poder que obra en los hijos de Dios; por medio del Espíritu de vida en Cristo Jesús, es decir, el ejercicio del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Y como vemos, en ningún caso Jesús, dejó la exigencia más baja; sino que descubrió más evidentemente nuestra incapacidad; y si no éramos capaces ni con la antigua exigencia. ¿Cómo podremos con las nuevas? Así como preguntaron sus discípulos ¿Quién será salvo? Cuando Jesús habló al joven rico; así preguntamos nosotros o deberíamos preguntarlo, si tratamos de agradar a Dios en la carne.
Pero lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios; y Su poder obra por medio de la fe en Cristo, en nosotros.

Es pues el secreto, y lo importante; aprender a andar en el Espíritu (es decir, dentro del agua de nuestro ejemplo); pues de esta forma andaremos dentro de la voluntad de Dios agradándolo, con poder de Dios obrando en nosotros; y esta maravilla se produce por medio de la fe, en cada creyente.

Después de esta explicación general; quiero compartir algunos comentarios y observaciones; a la fuente de la cual se inspira esta enseñanza; en la Carta de Pablo a los Romanos de 7:6-25. a 8:1-15. (Recuerda que cualquier doctrina o enseñanza que no se pueda sustentar en la Biblia correctamente, no tiene origen en Aquel que inspiró la Biblia; es por eso, que desmenuzamos claramente las escrituras a la luz del Espíritu Santo; es el propósito por el cual tenemos las tenemos y su Espíritu Santo).

Romanos 7:6-25
(6) Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
Esta claro que hay dos regímenes en el cual podemos servir; el antiguo de la letra por medio del Libro de la Ley. Y el nuevo del Espíritu; estando libres de la Ley; no porque esta ya no exista la Ley; sino, porque hemos muerto a ella. El antiguo régimen, que hasta hoy subsiste en muchas partes, es el de la letra, el cual está sustentado sólo en un Libro de la Ley, y no por la palabra (conjunto de letras con significado); sino por la letra misma; sin visón general de las cosas, ni revelación divina.

(7) ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.
Uno de los propósitos de la Ley es dar a conocer el pecado; es decir, ser una vara de medir, o mejor dicho; para medirnos ante la perfección de Dios, y descubrir nuestro pecado. Y sí cometemos algún pecado, quedamos convictos por la ley como transgresores.

(8) Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.
Claramente la Ley no arreglo nada en nosotros, sino le dio vida al pecado; ya que sin ley estaba muerto; a pesar de esto todos los hombres morían. Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; (Rom 2:12)

(9) Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
El poder del pecado está en la Ley, y el aguijón (veneno) de la muerte es al pecado, es decir, sin Ley el pecado pierde poder; pero con la Ley el pecado revive y el pecador muere. Muere ante Dios, si bien su cuerpo aún tiene vida orgánica; pero para Dios está muerto.

(10-11) Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
Por este camino, de la Ley expresada en mandamientos, que se supone que era para salvación; nos resulto que fue para muerte; por causa del pecado.

(12) De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
No es problema de la Ley expresada en ordenanzas y mandamientos; sino del pecado que mora en nosotros.

(13) ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.
Lo que es bueno nunca produce muerte, de otra manera no sería bueno; sino que fue el pecado el que produjo la muerte por medio de lo que es bueno. Para mostrar de esta manera lo errado y dañino que es el pecado.

(14) Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.
Vendido al pecado, es decir, esclavo del pecado. Más la Ley de Dios es espiritual, por lo que lo carnal no puede sujetarse a ella. Recuerda que es Pablo el apóstol, el que da testimonio de su vida y experiencia con la Ley, y él era un hombre erudito y preparado en la ley, ¡que más le queda uno como nosotros por medio de la ley! Ninguna esperanza, por medio de la Ley.

(15) Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
Aquí habla Pablo como un hombre que ya tiene en su mente y corazón la ley de Dios, un hombre que ha recibido a Cristo; ya que aborrece el pecado, pero se ve obligado a hacer lo que aborrece. El explica que no puede entender, como hace lo que no quiere, y lo que quiere no puede hacerlo. ¿De seguro que has vivido lo mismo? Bueno hay solución y esperanza…

(16) Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.
Por esta condición, y lo expuesto con anterioridad; Pablo aprueba la ley como buena. Su hombre interior da testimonio de ello, a pesar; de que no puede cumplirla. Nota: que no se engaña a sí mismo, diciendo que la Ley no tiene validez; por el contrario; sabemos que es santa, justa y buena; y sobre todo es espiritual. Pero también entiende de su condición en la carne como imposibilitado; y por esta misma Ley condenado y muerto.

(17) De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.
Entiende entonces, que el queriendo hacer el bien, no lo logra; es algo más fuerte que él que está en él que lo hace; y no él en su hombre interior.

(18) Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
Afina más su observación, y da testimonio nuestro hermano; que en su carne no mora el bien (ni menos en la nuestra); pero si el querer el bien, pero no el hacerlo. Esto es para un hombre renacido del cielo; ya que lo de fuera ni el bien quieren…

(19) Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
Se ve imposibilitado de hacer lo que quiere y obligado a hacer lo que no quiere; como ya lo vimos, y es el pecado que mora en él, el que hace aquello y no él.

(20) Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Nuevamente está esta afirmación. Doblemente afirma, que no es él el que peca, sino el pecado que mora en él. ¡Como será de importante esta afirmación que se repite! Si queriendo hacer el bien (ojo es importante tener esto claro: queriendo hacer el bien), no logramos hacer el bien que queremos; ya no somos nosotros el que hace aquello, sino el pecado que mora en nosotros; aquí hay una fuerza o ley que obra en nuestra carne, que no podemos vencer por medio de nosotros mismos…

(21) Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.
Aquí Pablo identifica esta ley (fuerza o principio); el mal está en nosotros; esto es en nuestra carne.

(22) Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
Aquí precisa Pablo de donde viene su querer hacer el bien, de su hombre interior. Y como hombre nacido de nuevo, se regocija en la Ley de Dios; pero hay otra ley en su carne…

(23) pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
Mira como en esta lucha, la ley que está en nuestros miembros, la ley del pecado, lucha y vence a la ley de nuestra mente que se agrada en la Ley de Dios; y nos vence en la mente, es decir, en nuestra voluntad; ya que cautivos vamos y hacemos lo que no queremos y lo que queremos no hacemos… (no que no es la fuerza de voluntad la solución, sino que somos cautivos en la carne a la ley del pecado).

(24) ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?.
Profunda y desgarrante exclamación del apóstol; Miserable de nosotros; atados a un cuerpo putrefacto y mortal, que nos impide agradar a Dios y hacer el bien que reconocemos y queremos. ¿Quién nos librará de esta carne? No dice ¿que nos librara?; sino ¿QUIEN nos librará? de este cuerpo del cual no nos podemos despegar y nos tiene cautivos bajo las cadenas del pecado y la muerte.

(25) Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
En este verso hay paz y tranquilidad (no es como el anterior lleno de angustias y búsquedas), hay un agradecimiento a Dios por su Hijo Jesús nuestro Señor; ¿Y gracias de que, si antes se declara miserable? Gracias porque no es por nuestras obras nuestra salvación, sino por su obra, esto es en primer lugar. Y luego viene la aceptación, de que con la mente servimos a la Ley de Dios y con nuestra carne a la ley del pecado. Hay una aceptación de la realidad, una tranquilidad de que no es por nuestras obras; y luego en el capitulo siguiente viene la segunda tanda de nuestra vida en Cristo, su poder en nosotros y como somos libertados de esta condición de miseria y esclavitud de la carne…

Romanos 8:1-15
(1) Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús; ninguna significa nada, ni siquiera una condenación; para los que no andan (los que no siguen o no viven) conforme a la carne; sino conforme al Espíritu Santo.

(2) Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Aquí está la muy buena noticia, “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”; aquí está la segunda ley (o fuerza) a la que nos referíamos con anterioridad; existe esta segunda ley que nos liberta de la ley del pecado y de muerte que nos tenia presos en la carne, para no hacer el bien que queríamos, sino el mal que no queríamos.

(3) Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu
Nota nuevamente, que era IMPOSIBLE para la Ley que se cumpliese su justicia en nosotros, y por ende nuestra salvación; no por la Ley misma; sino por nuestra debilidad en la carne. Por lo tanto; Dios envió a su Hijo Jesús en semejanza de carne (carne sin pecado); y realizó la obra de justicia de la Ley en su carne (cumplió toda la Ley sin pecado); y al ser condenado a muerte (sin pecado), condeno al pecado en la carne; para que los que creemos en El, seamos hechos justicia de Dios en El. Esto que parece tan complejo de entender, lo podemos explicar de la siguiente manera: en la carne de Cristo, Dios satisfizo todo el castigo y maldición por la infracción del pecado nuestro; es decir, Cristo recibió en su carne todo el castigo y la maldición de haber trasgredido la Ley; pero el nunca trasgredió la Ley; sino que la cumplió fiel y perfectamente; para darnos vida a nosotros que estábamos muertos para con Dios (ósea remuertos). El entregó su vida hasta la muerte y muerte de cruz, para que nosotros tengamos vida por él; de manera, que ya no debemos vivir para nosotros sino para él, como él ya se entregó completamente por nosotros; para que seamos perfectos en unidad.
El pecado fue condenado en la carne de Cristo, por Cristo que se entregó como Cordero de Dios, para quitar el pecado, para que los que andan conforme al Espíritu, es decir, en la fe del Hijo de Dios; seamos justificados por medio de Cristo. Como dice la Escritura: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. (2Co 5:21)

(5) Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Esto es blanco no negro, no hay matices…; si vives bajo el Espíritu; tu mente estará ocupada en las cosas del Espíritu; por el contrario si tu mente la ves ocupada en las cosas de la carne, es decir, en lo terrenal; tu vives bajo la carne.

(6) Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
Este principio es si o si, no hay alternativa No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. (Gal 6:7-8)
No hay posibilidad de engañar a Dios, si tu vida la inviertes en lo terrenal y en satisfacer tus proyectos humanos; de ello sólo cosecharás corrupción y muerte. Más si la inviertes en buscar el Reino de Dios y su justicia; todo lo que necesitas te será añadido; y heredarás vida, paz y prosperidad. Sólo lo hará quien le crea al Señor, los que no creen pueden asentir con la cabeza, pero no lo harán…

En el mundo natural es lo mismo, si tú siembras zanahorias, cosecharas zanahorias y si siembras arroz, cosecharas arroz; y si no siembras nada; ¿de que te quejas si no cosechas?

(7) Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios, ya como lo vimos es imposible para la carne sujetarse a su Ley.

(9) Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
Blanco y negro nuevamente, ¿Quién es un verdadero cristiano? El que tiene el Espíritu Santo, es decir, el Espíritu de Cristo; así de claro, directo y sencillo. ¿Y como se recibe este Espíritu? Por oír con fe, la palabra de Dios.
Todos nosotros, los que hemos recibido este regalo de Dios; ya no vivimos según lo humano; sino según el Espíritu. Eso es si o si, ahora, debemos ocuparnos en andar en dicho Espíritu.

(10) Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.
Mira, nuestro cuerpo está muerto y nuestro espíritu está vivo (los que no tienen a Cristo tiene muerto el espíritu, ver Mateo 8:22). ¿Y nuestra alma? Nuestra alma debe ser regenerada (santificada); según la imagen del Hijo de Dios; por eso es un Camino al Padre.

(11) Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Aquí hay esperanza, vivificará nuestros cuerpos mortales por su Espíritu. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. (1Co 15:44)

(12) Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; (13) porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
Deudores somos a Cristo, y no a la carne; y si ya nada tenemos en la carne ¿Por qué viviremos sujetos a ella agradándola? El resultado es claro, no quiero derribar doctrinas, sino levantar lo anunciado por las Escrituras: “porque si vivís conforme a la carne, moriréis”. Y levantar también “mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”. Haced morir, es el llamado del Señor, lo terrenal en nosotros; por medio del Espíritu.

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. (Gal 5:16) Ahora entendemos que lo podemos hacer, por medio del Espíritu, que obra por medio de la fe. ¿No es esta la fe que vence el mundo? Y si vence el mundo ¿No tendrá poder sobre nuestra carne muerta?

Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. (Gal 5:25) Como ya vimos en el verso 10, estamos vivos por el Espíritu; ahora el llamado es “andemos también por el Espíritu”, ¿Cómo? Ustedes ya lo saben, por medio de la fe…

(14) Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
También lo podemos decir así, los que no son guiados por el Espíritu de Dios, no son hijos de Dios… ¿Y cómo lo serían? Si no conocen a su Padre… ¿?

(15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Bueno, no es otra vez en temor, es decir, con el antiguo régimen estábamos en temor; sino con el nuevo régimen de haber recibido un Espíritu de adopción, de ser hecho hijos de Dios (familia de Dios); y clamamos con intimidad Papá nuestro.

Concluimos, que hay dos leyes (fuerzas) que obran sobre nosotros; andemos en el Espíritu y no en la carne; de modo de ser verdaderamente libres de toda esclavitud en la carne (bajo primera ley), cuyo fin es muerte. Más vida, paz y prosperidad, para los que andan conforme al Espíritu (bajo segunda ley).

Un abrazo a todos;

Y que el Padre de toda gracia y verdad; y nuestro Salvador y Señor; nos acompañen hoy y siempre. Amen.

Rodrigo

1 comentario:

Anónimo dijo...

mi humilde aporte : El Padre busca verdaderos adoradores. adam antes de la caida no era un verdadero adorador pues no tenia concupiscencias que se opusieran a su adoración.Dios creó al hombre como la criatura mas favorecida y gloriosa pero con la posibilidad de aceptar o rechazar esta magnifica oferta. Aún los ángeles desearian recibir esta oferta. el verdadero adorador en espíritu y en verdad es aquél que reconoce su miseria , quiere agradar a Dios y lucha y se angustia porque ve en su envase una ley que se revela y es por eso que se aferra a la gracia ,ama a Jesús porque cree que vino a este mundo para pagar por nuestros pecados es decir, los que reconocemos la basura que somos y seguimos siendo en la carne y creemos y confiamos que por el amor que Dios Padre nos tiene ,su hijo entregó su vida y ahora tengo redención me convierte en un verdadero adorador. Antes no entendía y me desanimaba ,hoy entiendo cuando Pablo se gozaba en las afrentas o dificultades porque es esa en este siglo la demostracion de que uno está siendo un verdadero adorador

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